La suerte quiso que…
A los 12 años, Bruno, mi profesor de teatro, organizaba presentaciones de diapositivas de sus viajes. México, Rajastán y otras maravillas del mundo pasaron ante mis asombrados ojos. Fue entonces cuando supe que quería viajar por el mundo.
El día de mi 18 cumpleaños, a las 12.30 en punto -la hora de mi nacimiento-, cogí mi globo terráqueo y cambié de rumbo. Como en las películas, cerré los ojos y lo hice girar. Afortunadamente, tras un primer intento fallido, mi dedo se posó en Cuba y no en el fondo del océano Índico.
Una pequeña anécdota memorable: por la mayor de las casualidades, mi avión despegó el 11 de septiembre de 2001, el día en que se derrumbaron las torres del WTC. Podría decirse que a mi madre no le entusiasmaba la idea de dejar marchar a su hijo en un contexto de desastre político. Naturalmente, se imaginaba que Fidel Castro estaba implicado. Mi vuelo despegó finalmente con siete horas de retraso, y yo hervía de impaciencia ante la idea de zarpar hacia nuevos horizontes.
Fue entonces cuando supe que no quería una vida en la que estuviera todo trazado para mí.
Nomadismo, mi elección obvia
A diferencia de la mayoría de la gente, siempre he sido nómada de corazón.
Escapé del camino habitual de un aburrido trabajo fijo, seguido de agotamiento y la aguda comprensión de que necesitaba cambiar mi vida. Impulsado por mi sed de descubrir culturas distintas a la mía, mi vida se movía más allá de mi zona de confort. Nunca jamás quise caer en una rutina perniciosa.
Conocer gente nueva
Siempre me han gustado los valores del nomadismo digital, incluso antes de identificarme con este estilo de vida. Libertad, amplitud de miras, respeto por los demás y por el medio ambiente…
Estos eran los preceptos de los que nunca me aparté. También me han permitido aprender varias lenguas extranjeras, hacer amigos en los cuatro rincones del mundo y coleccionar anécdotas de viaje, cada una más memorable que la anterior.
Tomarse su tiempo
Hoy en día, no colecciono destinos como alfileres y agujas. Tal vez sea mi edad, dirá usted, o un guiño a los influencers que recorren el mundo en tres semanas con el único objetivo de colgar fotos en las redes sociales.
Por mi parte, cada vez me gusta más quedarme en un lugar durante mucho tiempo, maravillarme de la belleza sencilla de la vida cotidiana y de los encuentros por el camino que a veces determinan un sueño, una aventura, mi próximo viaje.
También por eso participo en la difusión del movimiento slomadismo, que aboga por el nomadismo con plena conciencia, un verdadero elogio de la lentitud. Nada de correr de un lado a otro ni de saltar de un avión a otro… sino más bien instalarse en un país para disfrutar de una experiencia enriquecedora y significativa.
El deseo de compartir
Planet Nomad es el siguiente paso lógico en una vida dedicada a explorar y conocer a otras personas. El deseo de compartir mis experiencias, mis aventuras y mis errores me surgió de forma natural.
Hoy estoy encantado de contribuir al movimiento nómada digital.
¡Gracias por seguirnos y espero vernos en el camino!